Después de hacer muchas rutas en el verano y coordinarnos en el tándem (lo cual no es cosa fácil); nos encaminamos a la aventura del Camino de Santiago.

¡Claro! que saliendo de nuestra tierra, León.


(Hay que empezar poco a poco y probar la paciencia que tienes de aguantar a tu pareja durante éste largo trayecto, o él a ti; ya que en un tándem no te puedes escapar a pensar tú solo...)

La primera ruta era un reto para mí, ya que sería la máxima distancia que haría en bicicleta... casi 100 km!!

Llegamos sin ningún contratiempo al albergue de Molinaseca y con las paradas de rigor en Villadangos (saludo oficial a la familia y al alcalde), Astorga (comer unos hojaldres), en Rabanal a tomar un refresco, en la cruz del Ferro (típica foto)... y con la famosa historia del cuidador del albergue de Molinaseca (ver foto) que fue el primero en saber quien era el Papa Benedicto XVI.... eso sí, la bajada de impresión.

Al segundo día y con la tranquilidad que nos caracteriza salimos del albergue sobre las 9 y media (eso de madrugar a las 4 o 5 de la mañana no va con nosotros ni con nuestra filosofía).

Hicimos la visita al castillo de Ponferrada, por cierto, una pasada. Comimos en Villafranca, al lado de una chica que nos puso la cabeza loca de las voces que daba, dormimos una de las mejores siestas al aire libre, en Pereje (que albergue más chulo) y por fín y sin cansarnos mucho llegamos a nuestro destino; Vega de Valcarce (a las faldas del temido Cebreiro)

Nos levantamos con un día nublado y después de haber desayunado en una pequeñita pastelería, nos dispusimos a subir el Cebreiro... La subida, LENTA... muy lenta.. Agachamos la cabeza, subimos la música (porque el Tándem tiene mp3 ((de música electrónica bajada de internet sin pagar a la SGAE))) y como si estuviéramos en una clase fuerte de spinning. Poco a poco y sin pararnos logramos subir el temido Cebreiro. Después de la foto que inmortalizó esta hazaña, nos tomamos un rico caldo gallego y un mejor orujo de hierbas... mmm, todavía me relamo, solo de pensarlo.

No habíamos terminado el día, todavía nos faltaba que subir; pero, mis piernas y por qué no decirlo, mi cabeza ya no podía con el Alto del Pollo...

Lo mejor la bajada a Triacastela... El tandem parecía una bala... y como los demás días, comida y siesta.. Por la tarde nos encaminamos a nuestro destino: Samos. Donde allí, dorminos en un pequeño albergue en frente del monasterio. (Que maravilla!)

La anécdota del día: En Samos dormimos con unas chicos que subieron el Cebreiro dos veces; una por el lado que no era y luego la siguiente por el camino correcto... que fieras!!!

A la mañana siguiente, 4º día de ruta; nos levantamos con la pachorra que nos caracteriza. Desayunamos tranquilamente (es para grabar lo que desayuna Fernando porque luego si lo cuento nadie me cree) y nos dirigimos hacia nuestro nuevo destino: Palas de Rei. En el trayecto conocimos a mucha gente, nos hicieron muchas fotos, dormimos una gran siesta en Portomarín... hasta que nos informaron que en Palas no había sitio en ningún albergue; por lo que buscamos sitio en los pueblos pequeños que hay antes de llegar. Encontramos sitio en uno muy acogedor y allí conocimos a una familia de Valencia y a una pareja de Italianos. Estuvimos jugando a las cartas hasta bien entrada la noche... ¡Cuánto nos divertimos! (ya queda poco)

El 5º día se presentaba bastante grisáceo. La primera parada para repostar fuerzas fue en Melide.. ¡Menudo almuerzo! Nos pusieron una gran tabla de pulpo, con su botella de vino y su hogaza de pan.. y todo esto a las doce de la mañana. Claro, que yo salí de allí algo bastante contentilla y al pobre Fer le estuve cantando cancioncillas populares un gran rato... jejeje

Como a la hora de comer, hambre no teníamos, decidimos parar a merendar en un bar escondido en el camino “ El Bar Tino“ y como apenas teníamos hambre (después de semejante pulpada) el señor Fernando se pidió unos huevos con patatas y yo unas tostas de jamón. Cuando la camarera asomó con los platos... no podíamos creer lo que veíamos; en mi plato casi había cortado la hogaza de pan en forma de tostas con su jamón, tomate, aceite... y en el plato de Fer no entraba ni una patata más con sus 3 huevos con pimentón... Vamos, que un día muy hipocalórico!!

Con estas calorías que llevábamos; nos pusimos a dar pedales como locos y cual fue nuestra sorpresa que a las 6 de la tarde nos faltaban tan sólo 15 km para llegar a Santiago. Lo malo fue que empezó a llover y no pudimos disfrutar tanto como nosotros quisiéramos del Monte do gozo. A las 8 de la tarde, habíamos llegado a Santiago y... ¡un día antes de lo esperado!

La verdad, que ha sido una experiencia muy buena y agradable; Tanto de forma individual como en pareja.


Pero de todo lo que vivimos, me quedo con la sonrisa que robábamos a la gente cuando pasábamos a su lado.


¡Buen Camino!